Terminó el debate del Estado de la Nación 2.013 y sus señorías han hablado de todo, o casi de todo. Toda la oposición hizo mención a la actual política de constricción que sigue el actual gobierno del Partido Popular consistente en dar tijerazos aquí y en donde se tengan que dar para que este país, España, salga de la crisis económica que padecemos. Propuestas las hubieron de todos los signos, cosa de la cual nos podemos congratular, porque se observa un interés por quienes nos gobiernan y por quienes ejercen la oposición dando muestras de preocupación por la navegación escorada y haciendo aguas del país. El debate, según las encuestas del CIS, lo ganó el presidente por un comodísimo margen con respecto al principal líder de la oposición, pero la impresión general es que ni el uno ni el otro ganaron ni perdieron: perdió el país.
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Las medidas adoptadas por el gobierno desde que asumió el poder han sido muy sangrantes para todos los colectivos sociales, incluso muy impopulares, aunque no tanto para un grupúsculo que es minoría. Se ha cargado en impuestos (directos o indirectos) a la clase media y a las desfavorecidas para sacar a flote al país, perjudicando notablemente el consumo y, en consecuencia, la creación de puestos de trabajo ya que las empresas quiebran y sus empleados pasan a engrosar, día a día, las estadísticas negativas de empleo.
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Evidentemente, si hubiese un gobierno de distinto signo, los recortes también serían el pan nuestro de cada día porque no quedaba otra salida y la situación, probablemente, sería la misma que la que estamos viviendo actualmente. Tal es la coyuntura del país que sería un suicidio no hacerlo y sin la tijera estaríamos con la proa puesta al abismo más profundo. La sociedad española es consciente de los recortes, pero no llega a entender el gran sacrificio que está haciendo y cómo fue posible llegar hasta aquí. O quizá, sí. Pero no se trata de decir la manida frase argumentativa que “hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”.
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El gobierno, en el debate del Estado de la Nación, anunció una serie de medidas que, en un plazo razonable puedan dar un giro a la situación económica y, por tanto, a la situación de los ciudadanos del país, volviendo poco a poco a la senda del estado del bienestar que prácticamente se ha desmontado. Ojalá sea así, y eso es lo que esperamos todos, pero que también adopten medidas, como han manifestado, contra la corrupción existente y que la justicia se vea apoyada con más recursos para que los corruptos pasen una buena temporada en la sombra. Y también que en sanidad y educación, pilares básicos de una sociedad desarrollada se vean los frutos, pero no privatizándolos.
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No se trata ahora de pedir la dimisión del jefe del ejecutivo o la convocatoria de nuevas elecciones. El juego democrático nos dice que el actual gobierno ha sido elegido democráticamente por los ciudadanos, guste o no guste, pero lar urnas han hablado y, consecuentemente, tienen todo el derecho de ejercer una acción de gobierno que creen adecuada para corregir el timón de nuestro barco. Pensemos: una dimisión o una convocatoria electoral quizá daría alas a los especuladores financieros, que no están dentro de nuestras fronteras, y la escasa estabilidad que tiene el país saltaría por los aires. Eso sí, el partido del gobierno tiene que darnos explicaciones sobre la posible corrupción que existe dentro de su seno y las razones por las que hoy dicen blanco y mañana dicen negro, pues de esa manera la transparencia que necesita urgentemente este país cristalizaría. Y a los otros, les digo lo mismo. Necesitamos una regeneración muy profunda y volver a retomar la confianza perdida en unos y en otros.
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Sólo hay una regla para
todos los políticos del mundo:
todos los políticos del mundo:
no digas en el poder
lo que decías en la oposición.
lo que decías en la oposición.
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John Galsworthy (1.867-1.933), escritor inglés.
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