El parque era el lugar más triste por la mañana: los columpios vacíos, el tobogán solitarios, el caballito muy quieto... Los niños estaban en el colegio e incluso los árboles se sentían tristes.
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Por la tarde llegaban los niños y, con sus juegos y sus risas, hacían del parque un lugar mucho más feliz.
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En el parque había un sauce al que los niños hacían cosquillas al jugar al escondite entre sus ramas. El sauce siempre tenía la cara triste porque los demás árboles se reían de él y le decían:
.-Sauce llorón, ¡eres un tontorrón!
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A veces, cuando se sentía triste, tenía ganas de llorar pero no lo hacía porque quería demostrar a los demás árboles que él era fuerte y mayor. Cuando cumplió los cinco años decidió no llorar más.
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Una tarde sucedió algo muy especial: Nizar, un niño al que conocía desde pequeño, se escondió entre sus ramas y, apoyado en su tronco, comenzó a llorar. El sauce no sabía qué hacer: siempre había visto reír a los niños y si alguno lloraba era porque se había caído del tobogán y se había hecho daño.
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- ¿Qué te pasa, Nizar? – le preguntó un poco extrañado.
- Mi perra Coliblanca está muy enferma y dicen los mayores que está muy grave y hay que llevarla al veterinario. ¿Y si se muere?
- Mi perra Coliblanca está muy enferma y dicen los mayores que está muy grave y hay que llevarla al veterinario. ¿Y si se muere?
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Nizar casi no podía hablar, el llanto no le dejaba.
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Nizar casi no podía hablar, el llanto no le dejaba.
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- ¿Qué puedo hacer por ti? – le preguntó el sauce.
- Escóndeme entre tus ramas, me da vergüenza que me vean llorar: ya soy mayor, tengo cinco años.
- Escóndeme entre tus ramas, me da vergüenza que me vean llorar: ya soy mayor, tengo cinco años.
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El sauce le abrazó con sus ramas escondiéndole de las miradas de los otros niños.
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“¿Así que los niños también lloran?”, pensó. “¿Y por qué yo no puedo llorar? Tengo que preguntar al viejo roble, el árbol más sabio del parque. Él seguro que me ayudará porque ha vivido mucho y tiene respuesta para todo.”
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- Viejo roble, dime, ¿está bien o está mal llorar?
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El viejo roble contestó:
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- Querido sauce, está bien llorar cuando estás triste por algo que te pasa a ti o a las personas que quieres, pero no está bien llorar sin más ni más, por cualquier cosa, para llamar la atención o para conseguir caprichos. Nunca te avergüences de llorar y no creas que solo lloran los niños: las personas mayores también lloran a veces. Cuando veas a un amigo tuyo llorar, procura consolarle y nunca te rías de él.
- Gracias, viejo roble. Ahora ya sé qué hacer cuando los otros árboles se rían de mí: les diré que llorar es normal cuando estás muy triste por algo, como le pasa a mi amigo Nizar.
- Gracias, viejo roble. Ahora ya sé qué hacer cuando los otros árboles se rían de mí: les diré que llorar es normal cuando estás muy triste por algo, como le pasa a mi amigo Nizar.
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- Y tú, ¿por qué lloras?
- Siento tristeza por lo que le pasa a tu perra Coliblanca y estoy triste también porque los otros árboles del parque se ríen de mí. Pero ahora tú eres mi amigo y me siento mejor.
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- Siento tristeza por lo que le pasa a tu perra Coliblanca y estoy triste también porque los otros árboles del parque se ríen de mí. Pero ahora tú eres mi amigo y me siento mejor.
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El sauce dejó de llorar y continuó diciendo:
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- Gracias a ti he aprendido algo importante.
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Nizar le abrazó y le dio las gracias por ser su amigo, por no reírse de él y haberle escondido entre sus ramas. Y a partir de ese día al sauce no le da vergüenza llorar, ni a Niza tampoco... si hay un motivo importante, claro.
.© Begoña Ibarrola
Cuentos para sentir. Educar las emociones. Editorial SM.
Cuentos para sentir. Educar las emociones. Editorial SM.
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