Había una vez una niña que se llamaba Mar y que lloraba por cualquier cosa. Si no quería comer, lloraba; si no quería pinturas, lloraba; si no estaba con su madre, lloraba. Pero si quería comer, lloraba para que no pasase la hora de comer; y si tenía pinturas, lloraba porque no le gustaban; y si estaba con su madre, pues también lloraba (y mucho) sin que nadie supiese el porqué.
.Así es que un día sus padres la llevaron al médico. Y Mar, claro, lloró. Como una magdalena.
.- ¿Por qué llora esta señorita? – les dijo el médico intrigado.
.Papá y mamá se encogieron de hombros a la vez porque no lo sabían, y Mar siguió llorando. Estaba hecha un mar de lágrimas.
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El médico le miró la boca, las orejas, la nariz, los ojos y la barriga. La miró de arriba abajo, por delante y por detrás. Pero cuando le tocó los pies, Mar, de repente, dejó de llorar. Y se puso a reír un poco.
.- ¡Mira cómo se ríe la señorita! – exclamó el médico mientras le iba haciendo cosquillas. Y Mar se puso a reír un poco más.
.Entonces el médico se sentó y apuntó en una libreta la receta para curar a la niña: cosquillas en las plantas de los pies cada ocho horas durante una semana. Si no se le pasaba la llorera, cosquillas cada hora. Y también un jarabe con un nombre muy extraño: GRIFORIL.
.- ¿Un jarabe? – preguntó Mar -. ¡AGH!
- Sí, un jarabe muy bueno que sirve para cerrar los grifos.
- ¿Qué grifos? – preguntó Mar de nuevo.
- Unos grifos que tienen los niños y las niñas escondidos detrás de los ojos y que, de vez en cuando, gotean.
.La niña se frotó los ojos y dibujó una sonrisa de oreja a oreja.
.Al cabo de una semana justa, la medicina hizo su efecto. Mar dejó de llorar por cualquier cosa. La verdad es que ya sólo lloraba, ¡de risa!, cuando le hacían cosquillas…, muchas cosquillas. Y por si algún día se le volvían a abrir los grifos, ahora ya sabía que habían inventado una medicina para no llorar.
.Así es que un día sus padres la llevaron al médico. Y Mar, claro, lloró. Como una magdalena.
.- ¿Por qué llora esta señorita? – les dijo el médico intrigado.
.Papá y mamá se encogieron de hombros a la vez porque no lo sabían, y Mar siguió llorando. Estaba hecha un mar de lágrimas.
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El médico le miró la boca, las orejas, la nariz, los ojos y la barriga. La miró de arriba abajo, por delante y por detrás. Pero cuando le tocó los pies, Mar, de repente, dejó de llorar. Y se puso a reír un poco.
.- ¡Mira cómo se ríe la señorita! – exclamó el médico mientras le iba haciendo cosquillas. Y Mar se puso a reír un poco más.
.Entonces el médico se sentó y apuntó en una libreta la receta para curar a la niña: cosquillas en las plantas de los pies cada ocho horas durante una semana. Si no se le pasaba la llorera, cosquillas cada hora. Y también un jarabe con un nombre muy extraño: GRIFORIL.
.- ¿Un jarabe? – preguntó Mar -. ¡AGH!
- Sí, un jarabe muy bueno que sirve para cerrar los grifos.
- ¿Qué grifos? – preguntó Mar de nuevo.
- Unos grifos que tienen los niños y las niñas escondidos detrás de los ojos y que, de vez en cuando, gotean.
.La niña se frotó los ojos y dibujó una sonrisa de oreja a oreja.
.Al cabo de una semana justa, la medicina hizo su efecto. Mar dejó de llorar por cualquier cosa. La verdad es que ya sólo lloraba, ¡de risa!, cuando le hacían cosquillas…, muchas cosquillas. Y por si algún día se le volvían a abrir los grifos, ahora ya sabía que habían inventado una medicina para no llorar.
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Autor: © David Paloma.
Ilustraciones: © Mercé Aránega.
Editorial Edebé.
Ilustraciones: © Mercé Aránega.
Editorial Edebé.
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Quiero llorar porque me da la gana
como lloran los niños del último banco,
porque yo no soy un hombre, ni un poeta, ni una hoja,
pero sí un pulso herido que sonda las cosas del otro lado.
como lloran los niños del último banco,
porque yo no soy un hombre, ni un poeta, ni una hoja,
pero sí un pulso herido que sonda las cosas del otro lado.
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Federico García Lorca (5-6-1.898, 19-8-1.936), poeta.
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