Hace ya 36 años que se estrenó en las pantallas de cines aquella película que hizo historia y que gustó a pequeños y a adultos. La película, “Star Wars” o “La Guerra de las Galaxias”, fue una de las espectaculares producciones de George Lucas que, en aquella época, revolucionó el ámbito cinematográfico en el apartado de los efectos especiales. Millones de personas en el Mundo, al igual que usted y yo, disfrutaron de esta película y, como no podía ser menos, nos quedó ese regustillo a que se hiciera una segunda parte, más sabiendo qué es lo que iba a sucederle al malvado Darth Vader.
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Y la segunda parte no se hizo esperar. Poco tiempo después de aquel espectacular estreno galáctico, nos congratularon con la entrega del “Retorno del Jedi” cuyo argumento nos enredaba cada vez más en la política anexionadora del Imperio,, la oposición liberalizadora y democrática de los rebeldes, la filosofía dogmática de la Fuerza con su lado oscuro y redentor así como el culebrón familiar entre el malvado Darth Vader, Luke Skywalker y la princesa Leia. La saga de la Guerra de Las Galaxias creció en forma de nuevas películas y nos dimos cuenta que, aparte de la coyuntura política que regía los designios galácticos, en todas las familias hay un lado oscuro, al igual que en la mía (y posiblemente en la suya, querido lector), porque en estas cosas familiares no se escapa nadie. Las sensaciones se convirtieron en contradictorias cuando vimos una lucha encarnizada entre padre (Darth Vader) e hijo (Luke Skywalker), a golpes con la espada de rayos láser. ¿De qué parte estábamos, del padre o del hijo? Difícil dilema este para conciliar a la familia…
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La noche me confunde.
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Dinio García Leiva (14-2-1.972) de profesión indefinida.
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