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- ¡No quiero cenar! – y apartó el plato con la mano.
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- Muy bien, eso significa que no tienes hambre – dijo su madre -. De todos modos, ya casi es la hora del baño.
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- ¡No quiero quitarme la ropa! – gritó la niña mientras pataleaba.
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- Muy bien, ya te la quito yo – repuso la madre -. La bañera casi está.
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- ¡No quiero bañarme! – vociferó la pequeña, que se escondió detrás de la toalla.
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- Muy bien, pues te meteré yo en el agua – dijo su madre - . Ya deberías estar en la cama.
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- ¡No quiero irme a la cama! – chilló la niña, que volvió a sentarse.
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- Muy bien, entonces tendré que llevarte yo como si fueses un bebé. Ya deberías estar dormida.
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- ¡No quiero dormir! – exclamó la niña, con cara de muy pocos amigos.
- ¡Y yo no quiero escuchar ni un grito más! – chilló la madre.
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- Pues estás gritando – se asustó la pequeña.
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- ¡Es verdad! – la madre sonrió -. ¡Lo siento!
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Y la niña, sonriendo, dijo:
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- Yo también lo siento.
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Y se acabaron los gritos. Ya sólo se oía un suave ronquido de la niña, dormida.
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© Nicola Baxter.
© Pauline Siewert (dibujos).
© Pauline Siewert (dibujos).
Lo mejor que se le puede dar a los hijos,
además de buenos hábitos,
son buenos recuerdos.
Sydney Harris, periodista (1.917 - 1.986)
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