martes, 13 de agosto de 2013

El oso gruñón.

- ¡No te acerques que soy muy peligroso! – rugía el oso Raposo cuando los cervatillos pasaban por el bosque cerca de su cueva.

Y todos salían muy asustados.

- ¿Por qué corréis? – les preguntaban sus padres los ciervos grandes.
- Porque el oso Raposo nos ha lanzado terribles rugidos cuando hemos pasado cerca de su cueva, y nos ha dicho que es muy peligroso acercarse a él.

Los ciervos grandes se miraban entre sí y meneaban la cabeza, sin entender muy bien lo que estaba pasando.


-  ¿Peligroso el oso Raposo? Algo le debe pasar, nunca nos ha atacado, ha compartido con nosotros su comida, cuando éramos pequeños hemos jugado con él: se revolcaba por el suelo y nosotros le hacíamos cosquillas y era muy simpático y cariñoso…

Así que los ciervos decidieron convocar una reunión urgente con los otros animales del bosque para averiguar entre todos lo que le pasaba al gran oso.

Los demás animales del bosque acudieron preocupados, pues a sus crías también les rugía y todos estaban muy asustados. El animal más anciano habló:

- Algo muy serio le tiene que pasar para que esté tan enfadado y tenemos que averiguarlo. El bosque siempre ha sido un lugar tranquilo, donde todos nos queremos y ayudamos. Sabemos que enfadándonos no se resuelven los problemas.

Eligieron a la ardilla y a la lechuza para ir a hablar con él y enterarse de cuál era el problema: a la ardilla la eligieron porque era la más rápida y ante un verdadero peligro podía salir corriendo como un rayo, y la lechuza, si las cosas se ponían feas, podía salir volando, así que no había peligro para ninguna de las dos.

Al día siguiente fueron a verle.

- ¿Quién anda ahí? – se oyó la voz fuerte y amenazadora del oso Raposo -. No os acerquéis que soy peligroso – gritó el oso.
- Somos tus amigos del bosque, la ardilla y la lechuza.
- ¿Y a qué venís? ¿No sabéis que puedo haceros daño?
- Venimos en nombre de todos los animales del bosque, queremos saber qué te pasa, tú nunca nos has hecho daño ni nos has gritado.
- Pero ahora todo es diferente…, y quiero que me tengáis miedo.

Su voz era cada vez más fuerte, pero ninguna de las dos estaba dispuesta a irse sin cumplir su misión.

- Sal de la cueva, oso Raposo, queremos verte y hablar contigo.

 Los rugidos, cada vez más cercanos, indicaron a la lechuza y a la ardilla que el oso estaba saliendo.

- ¿Dónde estáis?

El oso no las veía bien. Las dos se habían subido a la rama de un árbol cercano, así ellas le podía ver sin problemas y escapar si era necesario.

- Oso Raposo, dinos, ¿por qué quieres darnos miedo?
- Porque así todos me respetaréis.
- Pero, gran oso Raposo, todos en el bosque te queremos y respetamos.
- Me voy haciendo viejo, ya no es como antes, estoy perdiendo vista y me canso. Ya no soy el gran cazador de antes…, pero no me doy por vencido: si me tenéis miedo es que todavía soy poderoso.

La lechuza, al darse cuenta de lo que le pasaba, se posó en una rama más cercana y mirándole a los ojos le dijo:

-Gran oso, si nos gritas nos asustas, y si tenemos miedo nos iremos alejando poco a poco de ti, y si nos alejamos te quedarás solo. ¿No crees que sería mejor que pidieras ayuda a tus amigos?

El oso Raposo se sentó, y por la expresión de su cara se notaba que estaba pensando en lo que le había dicho la lechuza.

- No lo había pensado, quizás tengas razón…, pero quiero seguir siendo el animal más fuerte del bosque.

Y la ardilla le dijo:

- Para nosotros siempre serás el gran oso, no creas que pedir ayuda es señal de debilidad, no: significa demostrar a tus amigos que confías en ellos.

El oso Raposo comprendió que la ardilla y la lechuza tenían razón y a partir de ese día decidió no gritar ni asustar a nadie. A cambio se encontró con la cueva llena de provisiones para el invierno, regalo de todos sus amigos del bosque. Se encontró también con muchas visitas que le hacían buena compañía, unos recordaban los viejos tiempos, otros hacían planes para el futuro, y entre charla y charla fue pasando el tiempo, y el gran oso envejecía feliz rodeado de todos los animales, grandes y pequeños.
Aquel invierno el gran oso Raposo aprendió mucho del significado de la palabra amistad y a menudo recordaba cómo había estado a punto de perder el respeto y el amor de los que le rodeaban, creyendo que es más fuerte quien más grita y más se enfada.

©Begoña Ibarrola.
Cuentos para sentir.
Ediciones SM.

Nada es más despreciable que
el respeto basado en el miedo.

Albert Camus (7-11-1.913, 4-1-1.960),
premio Nobel de Literatura (1.957)

viernes, 2 de agosto de 2013

...Y el Presidente compareció (fin de la cita).

El Presidente del gobierno de mi país ha comparecido para dar su versión sobre el asunto Bárcenas (fin de la cita). No es que me haya dejado convencido, ni mucho menos, pero le faltaron asuntos por responder porque, como no podía ser de otra manera, me dejó tal cual estaba, es decir, sigo pensando que en los sótanos del partido del gobierno se cocía algo que no eran precisamente habas y no es que quiera acusar a nadie, en absoluto, pero alguien que amasa 47 millones de euros y sus jefes no se enteran de nada, da que pensar y mucho (fin de la cita). O los jefes de quien amasó esa fortuna no se dieron cuenta o es que son tontos y muy tontos. Oiga, que 47 millones de euros (sí, más de siete mil ochocientos millones de las antiguas pesetas) cantan mucho para “perderse” sin ningún control (fin de la cita). Aunque hay que decir que quien tenía ese dineral en Suiza, el señor Bárcenas, argumenta que le gustaba tener el dinero en movimiento invirtiéndolo aquí y allá (creo que este señor sería un perfecto asesor financiero).

El señor Presidente admitió y dijo en su comparecencia que “me equivoqué al mantener la confianza en alguien que no la merecía” (fin de la cita). En este punto, como humanos que somos, es justificable admitir el error, al igual que lo pudiera hacer usted o yo. Pero si usted o yo nos equivocamos en circunstancias parecidas al presidente, pongamos que en nuestro quehacer profesional, tendríamos un problema grave, muy grave, con nuestros superiores. ¡Qué suerte es ser el jefe! De resto, nada nuevo bajo el sol (fin de la cita).

Lo que sí que tuvo el Presidente fueron unas cuantas imprecisiones, por no decir desviaciones de la realidad, todo sea dicho. Sugiero que lean esto picando AQUÍ y que cada cual saque sus propias conclusiones.

Tampoco el señor Presidente contestó a varias preguntas que le hicieron los portavoces del arco parlamentario y más bien se ensañó con el principal líder de la oposición, el señor Rubalcaba, con el típico “y tú, más” (fin de la cita) para enrocarse y no permitir amenaza alguna de un jaque mate. Toda la intervención del jefe del ejecutivo estuvo bien calculada y estudiada puesto que se limitó a leer el discurso diseñado por sus asesores y no dejó nada para la improvisación, incluyendo las respuestas que dio a los diferentes grupos parlamentarios (que no fueron tales) ya que estaban preprogramadas para su lectura. Como dije antes, nada nuevo bajo el sol y todo seguirá como hasta ahora, o sea, aquí paz, en el cielo, gloria, Bárcenas en la cárcel y algunos que han mentido al pueblo español, en el gobierno o en las altas esferas. Sí, decepcionante, desde luego, pero me hubiese gustado ver a la señora Cospedal explicando la indemnización al señor Bárcenas: “La indemnización que se pactó, fue una indemnización en diferido, y como fue una indemnización en diferido… en forma, efectivamente, de simulación de… simulación, o lo que hubiera sido en diferido… en partes de una... de lo que antes era retribución tenía que tener retención a la Seguridad Social… Es que si no hubiera sido… Ahora se habla mucho de pagos que no tienen retención a la Seguridad Social, ¿verdad? Aquí se quiso hacer como hay que hacerlo, con la retención a la Seguridad Social. (…) Así fue como se pactó” (fin de la cita). ¿A que hubiese sido más entretenido e intelectual? Y ahora sí: fin de la cita.

Un error no se convierte en verdad por el 
hecho de que todo el mundo crea en él.

Mahatma Gandhi (2-10-1.869, 30-1-1.948), pensador y político.