Sol naciente en el este.
Hora: ocho y cuarto.
Tres aves en el horizonte.
Uno, el Gran Artista.
Otro, el Mal Necesario.
Y tres, Enola Gay, la madre.
En sus entrañas, el infame fatuo infierno: Little Boy.
¡Sirenas de alarma!
¡Carreras al refugio!
Protección inútil…
De repente, un estruendo ensordecedor.
Hongo de fuego, calor y luz.
Sin personas, sin animales, sin plantas.
Cemento derretido.
Suave brizna susurrante sin sentido de silencio.
La Vida, volátil.
Consecuencias, nefastas.
¿Recuerdos? Todos.
¿Aprendizajes? Muchos.
La piedra de nuevo en el camino.
Advertencia para el caminante.
Nuevo Sol en el horizonte.
La Vida: ¡otra vez!
Sonido de campanas.
Recuerdo amargo.
Futuro, esperanza, ilusión.
¡NUNCA MÁS!
Cuando me preguntaron sobre algún arma capaz
de contrarrestar el poder de la bomba atómica,
yo sugerí la mejor de todas: LA PAZ.
Albert Einstein, físico (1.879-1.955)