- No quiero ir a la escuela -dijo a su madre-. Quiero quedarme en casa contigo. Quiero jugar con mis amigos, jugar con mis juguetes, leer mis libros y columpiarme en mi columpio. Por favor, ¿puedo quedarme en casa contigo?
La señora Mapache tomó a Chester de la mano y frotó su nariz contra la oreja de su hijo.
- A veces, todos tenemos que hacer cosas que no queremos hacer - le dijo con suavidad-. Aunque estas cosas nos parezcan extrañas o nos asusten en un principio. Pero la escuela te encantará una vez que comiences a ir. Harás nuevos amigos y jugarás con nuevos juguetes. Leerás nuevos libros y te columpiarás en nuevos columpios. Además – agregó – conozco un maravilloso secreto que hará que tus noches en la escuela sean tan cálidas y acogedoras como tus días en casa”.
Chester secó sus lágrimas y la miró con interés.
- ¿Un secreto? ¿Qué clase de secreto?
- Un secreto muy antiguo – dijo la señora Mapache -. Lo aprendí de mi madre y ella lo aprendió de la suya. Se llama “Un Beso en Mi mano”.
- ¿”Un Beso en Mi Mano”? – preguntó Chester -. ¿Qué es eso?
- Te mostraré.
Chester sintió que el beso de su madre se precipitaba de su mano y corría por su brazo hasta llegar a su corazón. Incluso su suave máscara negra se estremeció con esa especial sensación de calidez. La señora Mapache sonrió.
- Ahora, -dijo a Chester- cuando te sientas solo y necesites un poco de cariño como el que recibes en casa, sólo presiona tu mano sobre tu mejilla y piensa “Mami te ama, Mami te ama”. Y ese mismo beso saltará hacia tu cara y te llenará de cálidos y acogedores pensamientos.
Tomó la mano de Chester y con mucho cuidado envolvió el beso con sus deditos.

Chester amaba el Beso en Su Mano. Ahora sabía que el amor de su madre estaría junto a él dondequiera que él fuese. Incluso en la escuela.
Esa noche, Chester se paró frente a su escuela y se quedó pensativo. De repente, se volvió a su madre y sonrió.
- Dame tu mano – le dijo.
Chester tomó la mano de su madre entre las suyas y separó sus grandes dedos ya conocidos para él como si fuese un abanico. A continuación, se inclinó hacia adelante y besó el centro de su mano.
Y con un suave “Adiós” y un “Te amo”, Chester dio media vuelta y se fue saltando de alegría.
La señora Mapache vio a Chester corretear por la rama de un árbol y entrar a la escuela. Mientras el búho ululaba indicando el comienzo del nuevo curso escolar, la madre de Chester presionó su mano izquierda contra su mejilla y sonrió. El calor del beso de Chester llenó su corazón con palabras especiales. “Chester te ama”, murmuraba, “Chester te ama”.
Autor: © Audrey Penn
Ilustraciones: © Ruth E. Harper y Nancy M. Leak.
Un pueblo puede tener piedras,
garrotes, pistolas o cañones;
aun así, si no tiene libros
está completamente desarmado.